mayo 05, 2009

Atención médica en el Galipán de antes

Las primeras generaciones que habitaron Galipán no contaron con servicios de salud. Las enfermedades y emergencias eran atendidas mediante el uso de remedios caseros y yerbas de la medicina tradicional. Las heridas graves eran “sanadas” con cipo de café el cual servía para detener el derrame; a los picados por culebra les aplicaban un torniquete para impedir que el veneno circulara mientras alguien chupaba o exprimía el sitio de la picadura para extraer el veneno. Algunos pobladores fallecían por falta de atención médica adecuada, ante enfermedades gastro-intestinales, disentería, fiebres altas, entre otras; o cuando ocurrían accidentes graves. El control de parásitos era efectuado a discreción en cada familia, mediante medicinas terriblemente desagradables, aunque muy efectivas.

La atención odontológica en Galipán no funcionaba; quienes estudiaban en Caracas y también sus padres asistían a los Puestos de Socorro, hospitales públicos o médicos privados. Durante algunos años del Galipán de Ayer funcionó la visita del Servicio de Sanidad y Asistencia Social, quienes periódicamente revisaban las casas y fumigaban contra chipos, piojos, garrapatas y otras plagas. La expresión “viene la Sanidad” se traducía en un hecho importante que ameritaba la limpieza rigurosa de las casas. Por su parte, las parturientas no tenían control médico y, al momento de los dolores de parto, eran atendidas por una partera, la cual era buscada con gran premura, sin garantizar que llegara a tiempo para el nacimiento de las criaturas. Ocurrieron casos en que el parto se complicó con derrames, en los cuales mujeres muy jóvenes fallecieron por falta de atención médica adecuada.

mayo 04, 2009

Las carboneras

Las carboneras consisten en un método artesanal de producción de carbón vegetal, el cual se conoce desde siglos pasados en Venezuela y muchos otros países. La producción de carbón tenía como objeto -y aún lo tiene- ser usado como combustible doméstico para cocinar –conjuntamente con la leña y el kerosene-, para secar café en las haciendas mediante el uso de sopletes, y también para uso comercial. El carbón vegetal es un producto sólido, frágil y poroso con un alto contenido en carbono que se produce por calentamiento en ausencia de aire (temperaturas de 400 a 700 ºC) de madera y otros residuos vegetales. El poder calorífico del carbón vegetal es muy superior al de la madera.

Las carboneras fueron una práctica empleada por los pobladores de Galipán para hacer carbón. La técnica de las carboneras requería, primero, seleccionar y preparar la madera con la cual haría el carbón; se requería una madera dura para hacer un carbón sólido que no se deshiciera con facilidad. Para preparar una carbonera se debíaía hacer un "plan" o explanada, cerca de un pozo o quebrada, donde se hacía un hoyo y sobre él se elaboraba una "troja" o especie de cubierta con palos entrelazados. Se picaban rolos de madera de aproximadamente un metro de largo los cuales eran colocados en sentido vertical sobre la troja, de modo que quedaran parejos. En el interior, dejaban un espacio que iba desde el pie del hoyo hasta arriba. Se preparaba una primera mesa de madera que era sostenida con horquetas de palos atravesados para que no se cayeran los rolos. Sobre esto se iban colocando nuevas mesas de madera, manteniendo el espacio en el interior, y dándole la forma de un promontorio “que parece un papelón”.

Cuando se tenía lista la armazón de palos, se recubría el exterior con barro, como si fuese una pared de bahareque. Luego, por el hoyo de la base "le metían candela" y ésta se desplazaba por el espacio interior. Después que tenía un rato ardiendo, le tapaban la abertura superior y le abrían pequeños agujeros por los costados con una púa, los cuales eran una especie de "respiraderos" que dejaban escapar el humo a medida que la madera se iba quemando. Las llamas desaparecían y la madera se iba quemando lentamente hasta que se cocía por completo. La función de la troja en la parte inferior era dejar pasar el aire hacia la leña para que el fuego no se apagara. Cuando ya la madera estaba cocida, el barro que recubría la pared exterior de la carbonera se iba cuarteando y desprendiendo o "desboronando" por efecto del calor.

Luego, había que desarmar el hoyo de carbón. Este paso era muy peligroso debido a las altas temperaturas. Para ello preparaban una vara muy larga con un trozo de madera adelante en forma de rastrillo o haragán muy grande con la que iban extendiendo el carbón. En este proceso, podía ocurrir que las brasas se encendieran nuevamente. Por ello, alguien siempre estaba listo con potes de agua para apagar el fuego. Cuando ya no había peligro de que se encendiera de nuevo lo dejaban reposar hasta que se enfriara. Posteriormente, lo colocaban en sacos. El carbón producido en Galipán era vendido en las ciudades cercanas: Caracas, Guarenas, Guatire.

La producción de carbón vegetal por métodos artesanales tiene un serio impacto ambiental que ha sido objeto de preocupación por ambientalistas de todos los tiempos y nacionalidades. En abril de 1872, el explorador inglés James Mudie Spence (La tierra de Bolívar, T. II, pp. 20-21; en: Manara, p. 83), en el primer ascenso conocido al Pico Naiguatá, pudo observar el proceso de fabricación del carbón vegetal. Preocupado, escribió: “El valle que ayuda a formar el estribo por donde marchábamos, presenta un anfiteatro sembrado de casitas de trabajadores del carbón, los que han devastado gran parte de aquellos bosques en provecho de su industria, tan ruinosa para las aguas que fecundizan las campiñas de Caracas”. Señala James que le llamó atención ver en el campo grandes talas de maderas preciosas como cedro, granadillo, guayabo, que son reducidos a carbón sin reflexionar que lo que así queman es oro, sólo para obtener ganancias miserables. “Conveniente sería imponerles el deber de plantar una mata por cada árbol que derribasen, al fin de que al cabo de cierto tiempo estuviese remediado el grave mal que hoy ocasionan”.

Medio siglo más tarde, Manzano (s.f.) denuncia que desde “los albores del pasado siglo los enemigos del Ávila profanaban sus bosques para convertirlos en fuente de riquezas de carboneros y pulperos” sin que se tomasen medidas extremas para castigar a quienes burlando la vigilancia de los guardabosques se talaban e incendiaban los bosques “para solazarse con la voracidad de las llamas”.

La literatura sobre la historia cubana narra que, en los inicios del siglo XX, Washington comenzó una serie de invasiones a los países del Caribe y de Centroamérica. El objetivo era no sólo su política exterior de dominación, sino favorecer su Marina de Guerra que necesitaba estaciones carboneras. Según el Tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, firmado entre España y Estados Unidos, Norteamérica recibió el control de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En 1901, el Senado y la Cámara de Representantes norteamericanos aprobaron la Enmienda Platt, la cual permitía la "soberanía" de Cuba, pero autorizaba al gobierno norteamericano a intervenir en cualquier momento en el país, y establecía que el gobierno de Cuba debía arrendar a los Estados Unidos "las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el presidente de los Estados Unidos."

La práctica de las carboneras representa un atentado contra el sistema ecológico natural, ya que ocasiona la intervención y destrucción de la capa vegetal y los bosques, así como la afectación de la capa freática y de los cursos de agua. Desde este modesto espacio hacemos un llamado desesperado a las autoridades e instituciones nacionales e internacionales para apliquen medidas drásticas que contribuyan a la erradicación definitiva de esta práctica atroz que atenta contra la vida en el planeta.

Bibliografía:
Cubagrande (2005). Cronología histórica de Cuba [Información en línea]. Disponible: http://www.cubagrande.com/historia_guerras.html [Consulta: Mayo 04, 2009]
Denis Hernández, Valerio (2000). Entrevista efectuada por Lourdes Denis Santana. San Isidro de Galipán, Parque Nacional El Ávila. Venezuela.
Estudio FAO - Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (1983). Métodos simples para fabricar carbón vegetal [Manual en línea] Disponible: http://www.fao.org/docrep/x5595s/X5595S00.htm [Consulta: Mayo 04, 2009]
Manara, Bruno (1998). El Ávila. Biografía de una montaña. Caracas: Arte.
Manzano, Lucas (s.f.) Caracas de mil y pico. Caracas: Cultura, p. 86.
Spence, James Mudie. La tierra de Bolívar. Banco Central de Venezuela. Col. Cuatricentenario Caracas, Vols. I y II.
Menéndez, J. Ángel (2007). El carbón en la vida cotidiana [Información en línea]. Disponible: http://www.oviedo.es/personales/carbon/curiosidades/carbon%20vegetal.htm [Consulta: Mayo 04, 2009]

abril 13, 2009

El gallinero

Desde sus inicios, los pobladores de Galipán criaron animales domésticos, entre ellos, gallinas que se criaban sueltas, picoteando la tierra, comiendo insectos, vegetales y restos de comida. La gallina era una fuente de sustento para la familia ya que sus huevos y también al animal eran usados para consumo. Con el paso de los años, algunas familias de Galipán hicieron gallineros. Se trataba de un galpón grande con techo de zinc, palos, malla y alambres, para criar muchas gallinas (rojas, negras, blancas, grises, jabadas). Algunas veces ponían corriente a los alambres para que no se robaran las gallinas. En ocasiones, el gallinero era compartido con pollos y conejos.
A las gallinas y a los pollos había que vacunarlos contra el moquillo, lo cual era una tarea laboriosa. Cuando había epidemia de moquillo morían muchas gallinas y pollos.
Las gallinas se comían entre ellas. Cuando a alguna se le pelaba el rabo, las otras le caían a picotazos hasta matarlas. Las gallinas muertas eran consumidas en la familia o, en algunas oportunidades, se las regalaban a los vecinos, para que no se perdieran. De allí vino la costumbre de hacer sancocho e´gallina todos los domingos.
Los huevos eran recogidos en la mañana y en la tarde. Durante un tiempo, las mamás tuvieron que partir un huevo frito en varios trozos para que pudieran comer todos los hijos. Luego, en momentos de mejor situación, los muchachos se alegraban cuando podían comerse un huevo completo.
Los excrementos de las gallinas eran utilizados como abono. Eran apilados cerca del galpón y generan un calor muy grande. Los montones de abono se hacían con amarragüey volteado con las hojas hacia abajo y las raíces hacia arriba, sobre palos prendidos. Ese montón se quemaba lentamente y echaba humo pero no se veía la candela.
NOTA: Para este relato se tomó como fuente el escrito de Josefina Denis: “El gallinero”, junio 22, 2006.

Los marchantes de Galipán

Quien haya vivido en Galipán durante las décadas de 1950 a 1970, aproximadamente, con seguridad tuvo oportunidad de conocer algunos vendedores que iban de casa en casa, cada dos semanas o una vez al mes. Los llamaban marchantes y recorrían todo el pueblo con una gran bolsa al hombro o una maleta, llena de mercancía muy variada. Aceptaban encargos de los vecinos para la próxima visita. Los marchantes hacían planes de pago muy cómodos ya que las familias eran muy pobres y los clientes siempre pedían rebaja. Hacían paquetes de venta muy tentadores que incluían varias piezas por precios módicos a ser pagados por partes.
Algunos de los marchantes eran lugareños, como “Rosarito”; una mujer humilde, delgada, pelo recogido en la nuca, bajita y de poco hablar. Rosarito vendía mercancía menuda: Ganchos para el pelo, alfileres, hilos, botones, encajes, vasinillas, trastos para la cocina. Entre visita y visita se iba ganando la confianza de los clientes quienes compartían con ella cuentos de la vecindad.
Otros marchantes eran de acento extranjero. A uno lo llamaban “Compre-poquito”, porque siempre decía “combra-boquito-señora”, en su media lengua árabe y española. Escribía con jeroglíficos incomprensibles, de izquierda a derecha, con un lápiz sin punta que humedecía constantemente con la lengua. Sacaba cuentas en una libretita que llevaba en un bolsillo. Usaba una maleta llena de telas, cubrecamas, manteles, ropa de vestir, ropa interior.
Además, había otros vendedores extranjeros –tal vez colombianos o antillanos- que llegaban de repente, con grandes bultos de mercancía. Entre ellos, el señor Echenique, un negro, alto e imponente que usaba una maleta.
Los marchantes eran personajes típicos que se hicieron necesarios y llegaron a ser respetados sobre todo por las madres que eran quienes compraban. Cumplieron una labor útil ya que en aquellos tiempos las compras en la capital podían ser efectuadas muy esporádicamente.
NOTA: Para este relato se tomó como fuente el escrito de Josefina Denis: “Los marchantes de Galipán”, mayo 30, 2005.

abril 08, 2009

Cafetaleros de Los Venados

En el actual sector turístico que funciona como Centro Recreativo Los Venados (ubicado en la carretera Cotiza-Galipán) se asentaron originariamente familias procedentes de las Islas Canarias españolas. Entre ellas, las de apellido Pezcoso, Santana, Hernández, Pérez, Herrera...
En la Hacienda de Los Venados se dedicaron a cultivar y a trillar café. Luego, cuando el presidente Juan Vicente Gómez declaró Parque Nacional la zona "de la fila hacia atrás", esas familias se trasladaron al sector de Galipán. Aún permanece en Los Venados la Casona de la Hacienda La Trinidad, construida durante la época del General Gómez en terrenos de Adolfo Bueno Madrid y que pasó a ser propiedad de la Nación desde 1925.

Transporte en caballos, burros, mulas...

Cuando en Galipán aún no existían carreteras asfaltadas ni automóviles, los galipaneros transitaban por picas, caminos y carreteras de tierra, utilizando las bestias como medios de carga y transporte. Cada familia acostumbraba tener un corral en los linderos de su parcela: Corral para las vacas, para las gallinas, para las bestias. La preparación de las bestias era una faena con la que estaban familiarizados: Colocaban el apero y la montura o silla con las cinchas, las alforjas, las riendas, el bozal… y ya estaba listas para la carga.
Usualmente empleaban los caballos para jinetear, mientras que mulas y burros eran usadas para llevar semanalmente la mercancía (flores, frutos, hortalizas, verduras) que iban a vender al Mercado Mayor de Caracas, al Mercado de Pájaros y Flores en San Jacinto, y al Mercado de las Flores en San José; en las mismas bestias luego subían los víveres que compraban en pulperías de los alrededores de esos mercados o en el Mercado Libre de San José. Cerca de este último, muy próximo al Hospital Risquez, se encontraba “la ranchería”, un local con bodega y establo o corral en la parte trasera, donde los campesinos, después de descargar su mercancía, dejaban las bestias para que descansaran y comieran; entretanto ellos compraban los víveres.En la Caracas de antaño era usual ver burritos procedentes de diversos caseríos cercanos, como Galipán, que transitaban la capital cargados de hortalizas, flores, verduras... También eran utilizados para distribuir pan y leche a veces recién ordeñada, entre otros productos.
Hasta mucho después que fue construida la carretera y llegaron los vehículos rústicos a Galipán, era usual observar a algún galipanero que todavía empleaba mulas y burros para subir bastimentos por la carretera.

abril 06, 2009

La Galipanada

El nombre de Galipán está vinculado a la historia republicana del país. Se conoce como LA GALIPANADA al frustrado movimiento ocurrido el 17 de agosto de 1858 cuando un grupo rebelde se alzó contra el gobierno del General Julián Castro, designado presidente tras la renuncia y solicitud de asilo en la Legación de Francia del General José Tadeo Monagas. Las hostilidades diplomáticas y el consecuente bloqueo de puertos venezolanos por buques anglofranceses, en solicitud del cumplimiento del Protocolo Urrutia por parte del gobierno de Castro, condujeron a planificar aquella insurrección. La imprudencia de los conspiradores, lo descabellado de sus planes y la excesiva confianza en la impopularidad del régimen, condujeron a que fueran derrotados sin mayores problemas. Un grupo revolucionario que salió de la capital, subiendo por la cuesta de El Ávila, hacia La Guaira, fue hecho prisionero en las cumbres de Galipán. Desde la noche anterior, Carlos Soublette -jefe de operaciones militares- había apostado sus fuerzas entre Catia y Maiquetía, por lo que fue fácil retenerlos. El fracaso del movimiento fue calificado como "ridículo sainete", dándosele el nombre de "Galipanada". Finalmente, los miembros del comité revolucionario fueron detenidos y proscriptos; entre ellos Antonio Guzmán Blanco quien luego asumiría la presidencia en 1870. Como recuerdo de ese pasaje histórico, existe una cruz en el sitio donde falleció uno de los soldados caídos en combate, en el área de Boca´e Tigre, en la subida hacia Galipán.

Venta de flores de Galipán en mercados de Caracas

MERCADO DE PÁJAROS Y FLORES, EN SAN JACINTO
En los alrededores de lo que fue el Convento de San Jacinto -de religiosos dominicos- y la Plazuela del mismo nombre, actual Plaza El Venezolano, funcionaba el Mercado de Caracas, el cual fue autorizado por el Ayuntamiento en 1809 como Mercado de Pan, Frutas y Dulces, que luego fue también Mercado de Pájaros y Flores. Allí, desde fines del siglo XIX, los pobladores de Galipán vendían flores, frutos y hortalizas que cultivaban en sus conucos y que transportaban en mulas y burros. En ese mercado también compraban víveres. Por ese lugar pasaba el tranvía que iba a la Plaza Bolívar, donde funcionó el Mercado Mayor hasta 1865, cuando Antonio Guzmán Blanco decidió retirar los vendedores del mercado. Según Valerio Denis (1920-2008), el pasaje del tranvía costaba una locha (moneda de 12½ céntimos de bolívar), y "entregaban un ticket como en el cine".
MERCADO DE LAS FLORES, EN SAN JOSÉ
Desde 1920, los galipaneros han vendido sus flores en el Mercado de las Flores ubicado en la parroquia San José de Caracas. Según el cronista de Caracas, Guillermo Durand, San José fue fundada el 28 de octubre de 1888 y es considerada “la última parroquia civil de la capital”. Era conocida como Sabana de Ñaraulí, zona poco poblada por las fallas geográficas de entonces. Una explosión demográfica durante el mandato de Juan Rojas Paúl, produjo que se construyeran casas precarias en el sector, volviéndose un barrio populoso en el que se ubicaron los talleres artesanales de la ciudad. La jefatura de San José forma parte de los modelos arquitectónicos de los años 1930. En 1950, durante el mandato de Pérez Jiménez, fue inaugurada la urbanización Cotiza con 942 apartamentos y se empezó a convertir en zona residencial. [Fuente: Palmo a palmo en San José. El Universal, agosto 31, 2008].
Con el paso de los años, en Caracas fueron surgiendo diversos kioscos de flores donde los galipaneros también venden sus flores, o directamente a las floristerías. Además, algunos galipaneros establecieron sus propias floristerías en la capital, como es el caso de Manuel Denis Santana (1947-2007), entre otros.

Fundación de Galipán y origen de su nombre

La fundación de Galipán se ubica hacia el siglo XVIII, por los años 1778-1780, cuando una oleada de labriegos inmigrantes procedentes de las Islas Canarias se establecieron en San José de Galipán, cerca del litoral Macuto-La Guaira. Un plano de la Serranía entre Caracas y la Costa de La Guaira, elaborado por Agustín Cramé y fechado el 15 de marzo de 1778, menciona lugares llamados “San Josef” y “Todo flores”, situados en la vertiente norte del tramo central de la Cordillera de la Costa, comprendida entre la cresta de la montaña hasta Punta de Mulatos. Se asume que esos puntos son los que luego conformaron el sector de San José de Galipán. Esos labriegos canarios se trasladan posteriormente hacia la parte alta de la montaña El Ávila donde se dedicaron a la siembra de café. “En la Notaría y Registro de Macuto se encuentran escritos del siglo XIX, certificando compras y ventas de terrenos de cultivo en Galipán de Arriba y Galipán de Abajo, algunas de cuyas copias están en poder de los actuales labriegos de la zona”. (Castellanos, 1977).
En el Galipán de Abajo, el Concejo del Cantón La Guayra, a través del Juzgado 1º de Paz de Macuto, el 7 de mayo de 1855, estableció que los límites conocidos del caserío Galipán eran: Por el naciente, “Río Escondido”, por el Poniente, “Río de Cariaco”, por el Sur, la Hacienda del Sr. Tomás Bueno, y por el Norte, los terrenos que denominan San José y la junta de ellos donde se une el camino transversal de dicho caserío con el camino principal de la costa.
San Isidro de Galipán, ubicado en la parte alta del pico El Ávila, fue posesión inicial de un modisto francés –hay quienes lo identifican como “el peluquero”- llamado Juan Bautista Jacques, cuyos datos exactos no se conocen aunque se especula que vino con los españoles y se estableció en El Ávila, durante sus posibles expediciones en la zona de Caracas. Se dice que el francés había parcelado los terrenos y no cobraba arrendamiento a los conuqueros. Luego, en 1875, el francés vendió esas tierras a dos turistas canarios, por el costo de doce mil bolívares, pagaderos en cinco años con una inicial de ochocientos bolívares. Los dos turistas resultaron ser granjeros canarios y se llamaban: Evaristo Pérez Mora -“el capitán”- y Urpiano Pérez Mora. Los linderos del terreno eran “por el naciente con tierras de los Indígenas (Loma de Caballo); al poniente, con terreno de los herederos de José Tomás Bueno; al norte, tierras de los Indígenas de Macuto y quebrada Los Naranjos; y sur, tierra de mi hermano Urpiano Pérez Mora y filo de la cuchilla desde el primer Picacho de Galipán”.
Años más tarde, el 2 de noviembre de 1909, los dos hermanos dividieron el terreno. Por su parte, Evaristo Mora, después de 41 años de su arribo a Galipán, vendió su posesión en 1916 a sus cuatro hijos también canarios: Antonio, Clemente, Santiago y Nicolás Pérez Borges, por la misma cantidad de doce mil bolívares.
De Galipán se desconoce a ciencia cierta el origen de su topónimo. Una versión divulgada por algunos ancianos de la comunidad da fe que el nombre de Galipán deriva de un cacique -otros hablan de una tribu- de nombre Galipa. Esta versión ha sido ampliamente difundida e, incluso, hay trabajos universitarios relacionados con este aspecto. Sin embargo, hay quienes aún dudan que esta versión sea cierta; dicen que fue un invento de algunos lugareños ya que los primeros pobladores fueron españoles y no indígenas nativos.
Fuentes:
Castellanos, José Emilio. Galipán: El jardín de Caracas. El Universal, febrero 25, 1977.
Pérez Macaho, Jesús María (1985). Ecos del tiempo. Santo Domingo: Corripio.